miércoles, 30 de mayo de 2012

PASEN Y VEAN...

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Los alumnos de 2º y 3º de infantil han participado en el programa municipal "El Bretón con la escuela", disfrutando de la obra Consonant, que cuenta con una sorprendente y curiosa puesta en escena.
Como sabemos que va a ser difícil para los niños explicar lo que han visto y para los papás entenderles, os remitimos a un vídeo promocional con el que esperamos ayudar:



miércoles, 16 de mayo de 2012

CÓMO DECIR “NO”

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A muchos padres les cuesta negar algo a su hijo. Unas veces porque temen su reacción, otras porque les da pena. Sin embargo debemos saber que nuestro “no” probablemente le estemos haciendo un gran favor.

Decir “no” a nuestro hijo no implica ser malos padres; es más, puede que signifique todo lo contrario. A menudo sabemos negar a un niño pequeño todo aquello que puede suponer un riesgo físico para él: no le dejamos que coja un cuchillo por más que proteste ni que cruce solo la calle; en cambio, le decimos que sí cuando nos pide el enésimo juguete o cuando se le antoja quedarse viendo la televisión más de lo que sería deseable. ¿Por qué lo hacemos? Cada uno tiene razones que a veces ni siquiera conoce. Hay quien se siente culpable: “Total, para lo poco que le veo, que haga lo que quiera”; otros piensan que “Pobre, ya tendrá tiempo de sufrir”; y los hay que dan a sus hijos lo que a ellos les faltó: “Aún recuerdo cuando todos mis amigos tenían el Scalextric y yo no”.
Pero también hay padres que dicen a todo que sí para evitarse problemas: “Toma, con tal de no oírte…”. El temor a una rabieta, las pocas ganas de entrar en un conflicto o el miedo a que el pequeño pretenda echarnos un pulso conduce a muchos padres a decir sí a la primera o a terminar accediendo a lo que en un principio se habían negado. De este modo el niño aprende que llorar y patalear da muy buenos resultados y que lograr lo que quiere sólo es cuestión de insistencia.

Lo que enseña el “no”
De nada nos servirá complacer en todo al pequeño si el mundo entero no está dispuesto  a hacer lo mismo. Cuando nuestro hijo se enfrente a la realidad no entenderá porque no puede lograr todo lo que desea. ¿Una niña que no le deja su pelota? ¿Un profesor que le pide que espere su turno? La tolerancia a la adversidad se aprende de pequeño, cada vez que los padres dicen “no”. El niño al que nada se le ha negado se convierte en un tirano y, probablemente, será un adulto al que le cueste mucho hacer frente a la adversidad, o lo hará de forma inadecuada, con altas posibilidades de sufrir ansiedad, depresión, agresividad…
La enseñanza más importante cuando le decimos “no” a nuestro hijo es que en la vida no siempre salen las cosas como uno quiere, pero además le estamos ayudando a madurar, porque así practica sus habilidades negociadoras, maneja los desacuerdos, discute, tolera la frustración e intercambia pareceres. También le permite priorizar, distinguir entre lo necesario y lo superfluo, relativizar las adversidades.
El “no” puede, a corto plazo, causar enfado en el niño, pero encierra muchas y muy importantes ventajas. Con toda probabilidad, los niños a los que se les educa con el “no” tendrán más éxito en sus estudios, en su futura profesión y en sus relaciones sociales y personales. Recordar esto nos ayudará a mantenernos firmes con nuestro hijo cuando tengamos que hacerlo.

¿Sabemos negarnos?
Lo fundamental a la hora de decir “no” es estar convencido de que tiene que ser así. Un “no” dicho con convicción es incuestionable para el niño, le transmite la seguridad de que no será de otra manera y de que, tenga el comportamiento que tenga, no vamos a ceder.
Las siguientes preguntas pueden hacernos reflexionar sobre el tema:
- Cuando digo que no a mi hijo, ¿suelo cambiar de opinión?
- ¿Cómo suena cuando le niego algo? ¿Titubeo? ¿Soy firme? ¿Estoy convencido?
- ¿A veces, cuando le digo que sí, querría decirle que no?
- ¿Me arrepiento cuando le digo que no? ¿Me da pena? ¿Me siento culpable?
- ¿Cómo reacciona mi hijo cuando le digo que no?
- ¿Me cuesta negarle algo?
El “no” funciona cuando realmente va a ser que no. Se debe manifestar con firmeza y autoridad, pero sin enfado. Hay que decirlo con tranquilidad, pensando que tiene una finalidad determinada y que ayuda al enriquecimiento educativo de nuestro hijo.

Tampoco hay que pasarse
Obviamente, no debemos situarnos en el lado opuesto y negar a nuestro hijo todo lo que pide. Si nos pasamos, el niño, entre otros efectos adversos, se puede volver apático, desmotivarse y no desarrollar la autonomía necesaria. Probablemente, dejará de tener iniciativa: “no cojas la jarra que se te va a caer el agua, ya te sirvo yo”, “no toques las tijeras, que te cortas”…
Algunos padres utilizan el “no” constantemente, pero lo hacen poco convencidos, de manera que el niño se lo salta a la torera. “Haz los deberes” dicen, pero el crio continúa jugando. Sus mayores le repiten con desgana: “Te ha dicho que te pongas con los deberes”. El pequeño no hace caso porque sabe que no habrá consecuencias si desobedece, el “no” carece de fuerza y convicción, no sirve para limitar su conducta. 

Ocasiones que merecen una excepción
Cuando introducimos una norma nueva hay que ser muy estrictos en su cumplimiento. Una vez que el pequeño la ha asumido, no la discute y la cumple habitualmente, podemos hacer excepciones. “Hoy puedes acostarte más tarde porque están aquí los abuelos”. Los niños tienden a coger todo el brazo cuando se les ofrece la mano, así que hay que dejarles claro que se trata de una excepción para esa situación y ese momento. Cuando el pequeño intente saltarse las normas sin motivo que lo justifique, habrá que recordarle que fue una excepción. 

Decimos que no, pero…
En ocasiones podemos ofrecer alternativas razonables cuando el niño nos pide algo que, en principio queremos negarle.
Miguel tiene seis años y quiere que su madre le compre un muñeco como el de su mejor amigo. Su madre piensa decirle que no, porque le parece un capricho innecesario, pero se da cuenta que últimamente le niega todo y le ofrece una alternativa: “Haremos una cosa: el muñeco vale 26 euros, tú tienes 10 en tu hucha y yo te voy a dar otros 10. Los 6 que faltan tienes que ganártelos. ¿Qué te parece si te doy un euro por cada día que te acuestes a las 9?”
La madre de Miguel consigue varios objetivos:
. No le dice que “no” a su hijo, sino que negocia un plan alternativo.
. Premia que el niño se acueste a su hora y, de paso, corrige el mal hábito de remolonear todas las noches antes de acostarse.
. Transforma lo que pensaba que era un capricho innecesario en una petición de esfuerzo para el niño.
. Miguel se siente satisfecho, puesto que lograr el juguete depende de su esfuerzo, y eso contribuye a fortalecer su autoestima.
Otras alternativas consisten en acceder a lo que los niños piden, pero posponer su deseo cuando sea necesario.
. “No puedes tomar chucherías ahora porque vamos a comer enseguida, pero te las compro si las guardas para después”.
. “Sé que te gustaría ver este programa, pero es tu hora de acostarte. Si quieres, te lo grabo y lo vemos juntos el fin de semana”.
. “Entiendo que quieras ese juguete pero no puedo comprarlo ahora, pídemelo para tu cumpleaños que es dentro de un mes”.
Estas son otra forma de decir “no”. Pero es importante saber que algunas veces tiene que ser simplemente “no”. El criterio lo deciden los padres. 

Ni sí ni no
Cuando los padres no tienen claro si deben negar algo a su hijo, es mejor que se lo piensen antes. Además de que así no tendrán que arrepentirse, el niño verá que no se contradicen después de haberle negado o permitido algo. 

Decir que no en público
En ocasiones, los padres aceptan sólo porque hay personas delante. Responden “sí” con el fin de que los niños no monten escándalo en público o, simplemente para no ser juzgados por los demás. Es conveniente que el niño vea que las normas se mantienen tanto en casa como fuera de ella y que no cambian en función de quién está delante; de lo contrario tratará de sacar ventaja en cuanto tenga oportunidad.
Procuremos mantener nuestro criterio: si tenemos que negar algo digámoslo con pocas palabras, ignoremos el enfado del niño y pasemos a distraerle o iniciemos un juego. Esta técnica suele ser más eficaz porque si le castigamos o reñimos en público, puede sentirse humillado y comportarse de manera más agresiva.
En general no hay que perderse en explicaciones, sino zanjar el debate. 

“Pues a mis amigos les dejan…”
Los niños crecen y se vuelven más hábiles para negociar y desarmarnos con sus argumentos, pronto aprenderán a pedirnos explicaciones y a rebelarse cuando les digamos que no. Desde los seis años hasta… siempre, nuestro hijo querrá hacer valer sus derechos y salirse con la suya a toda costa. Uno de sus argumentos para convencernos será el famoso “pues a mis amigos les dejan”. Si consideramos que debemos permitirle hacer algo, seamos flexibles; pero si no, habrá que responderle que cada familia es diferente y que nosotros no somos como otros padres, sino que establecemos nuestras propias normas. Por supuesto que se enfadará, pero no temamos su reacción: con nuestro ejemplo le estamos enseñando que debe tener una opinión propia y mantener la independencia de criterio dentro del grupo.
Fuente: Anónima