Los niños tienen
sueños “de miedo” con mucha frecuencia. Uno de cada cuatro niños de entre 3 y 5
años sufre pesadillas más de una vez por semana. Los padres podemos y debemos
ayudarles a dormir sin sobresaltos.
Las pesadillas son la forma en que el cerebro consigue
procesar las emociones fuertes y las experiencias difíciles. A los niños, seres
indefensos, dependientes y de pequeño tamaño, la vida les da más miedo que a
los adultos, por eso tienen sueños malos con mayor frecuencia. También se
asustan más con las pesadillas porque aún no saben distinguir entre la realidad
y la fantasía y pueden creer que el
monstruo con el que acaban de soñar existe de verdad.
Entre los tres y los cinco años,
prácticamente todos los niños tienen sueños de miedo de vez en cuando, y uno de
cada cuatro los sufre más de una vez por semana. Suelen darse durante la
segunda mitad de la noche, en la fase REM (Rapid Eye Movement), que es cuando
soñamos.
Cuando aparecen de forma
esporádica y su frecuencia va disminuyendo conforme el niño crece, son
absolutamente normales.
Una alteración del
sueño
En plena noche el niño grita, nos llama muy asustado o se
presenta en nuestro cuarto. Tenemos que calmarle y confortarle durante el
tiempo que sea necesario; Después nos retiraremos. No nos quedemos con él hasta
que concilie el sueño ni dejemos que se quede en nuestra cama.
En todos los casos debemos
escucharle, porque probablemente será capaz de contarnos con detalle lo que ha
soñado. Hay que asegurarle que los malos sueños son sólo eso, sueños. Si su
problema es que cree que puede haber algún ser abominable en su cuarto, le
enseñaremos que no es cierto. Trataremos también de quitar hierro al asunto y
actuar con naturalidad. Si vemos que el niño tarda en tranquilizarse, podemos
acariciarle la espalda, darle un vaso de leche o agua y susurrarle palabras
tranquilizadoras.
Normalmente, las pesadillas no se deben a ningún problema,
sino que ocurren por multitud de razones: estrés físico o emocional, alguna
experiencia que altera al niño, una cena copiosa, un cambio en su hora habitual
de acostarse, un día de mucho movimiento y emociones… A veces un acontecimiento
especialmente estresante puede hacerlas aumentar en frecuencia.
Pesadillas con
razón
En ocasiones los niños pueden tener pesadillas a raíz de un
hecho traumático, por ejemplo haber vivido un accidente de tráfico. En ese
caso, los padres deben seguir actuando con normalidad, cumpliendo las rutinas y
horarios como siempre. Durante el día, deben estar más pendientes para ayudar
al niño a superar su temor, hay que hablar del suceso con naturalidad y
ayudarle a identificar lo que siente. Si las pesadillas persisten más de seis
meses o si aparecen problemas añadidos (como ansiedad por una separación),
regresiones (vuelve a hacerse pis en la cama) o temores y fobias (rechaza ir en
coche) conviene consultar con un psicólogo.
Fuente:
Anónima